En una publicación reciente de The Lancet, se confirmaba la triste verdad de que los conflictos suponen para los niños una carga física y psicológica desproporcionada. La guerra y la violencia no solo constituyen un peligro físico inmediato para los más pequeños, sino que también pueden provocar graves problemas emocionales que siguen atormentándolos durante mucho tiempo una vez concluido el conflicto.
La semana pasada, la organización benéfica Theirworld lo dejó claro con un importante informe titulado Safe Spaces: The Urgent Need for Early Childhood Development in Emergencies and Disaster (Espacios seguros: el desarrollo de la primera infancia es una necesidad urgente en situaciones de emergencia y desastre), en el que se exponen ciertos datos que dan mucho que pensar:
- Según los cálculos de ACNUR, en la actualidad la mitad de los refugiados del mundo son niños.
- UNICEF calcula que solo en 2015 nacieron 16 millones de niños en situaciones de conflicto.
- Muchas veces los pequeños padecen este tipo de circunstancias estresantes durante toda su primera infancia.
Sabemos que los niños muy pequeños son especialmente vulnerables a este tipo de estrés prolongado. Aparte de las graves consecuencias físicas, corren el riesgo de sufrir traumas psicológicos que afectan a su salud, comportamiento y aprendizaje tanto a corto como a largo plazo.
Los pequeños que viven en situaciones de emergencia (sean naturales o provocadas por el hombre) necesitan urgentemente más atención, tal como demuestran con claridad las palabras publicadas en The Lancet, el informe de Theirworld y las imágenes de sufrimiento infantil que por desgracia vemos a diario en los periódicos. Sin embargo, tal como señala el informe, hay una grave laguna en lo que respecta a la asistencia humanitaria centrada en el desarrollo de la primera infancia. Para subsanar esta situación, se recomienda lo siguiente:
- Todos los planes de respuesta humanitaria deberían establecer objetivos para satisfacer las necesidades holísticas de los niños de entre 0 y 5 años.
- Se deberían crear «espacios seguros» en los que se pueda responder a las necesidades físicas, psicosociales y cognitivas de las mujeres embarazadas, las madres, los cuidadores y los niños pequeños (de entre 0 y 5 años).
- El fondo Education Cannot Wait, de reciente creación, debería priorizar la financiación de la ayuda al desarrollo de la primera infancia y la enseñanza preescolar.
Los programas destinados a la primera infancia pueden ser un refugio para los niños pequeños y sus familias, el oasis que necesitan en medio del caos. Si bien lo más importante es que los líderes políticos tomen medidas eficaces para acabar con la guerra y todo tipo de violencia, las víctimas más jóvenes no pueden esperar a que llegue ese día. Los bebés y niños pequeños que viven en situaciones de crisis y violencia, al igual que las personas que se ocupan de ellos, necesitan mucha más ayuda y una mayor inversión. Es más que una urgencia.
