Espacio para la Infancia 2016

El trabajo de las mujeres: las madres, los niños y la crisis global del cuidado infantil diario (resumen)

Emma Samman, Investigadora asociada del Overseas Development Institute (ODI), Londres (Reino Unido) & Elizabeth Presler-Marshall, Consultora independiente, Chapel Hill, Carolina del Norte (EE. UU.) & Nicola Jones, Investigadora sénior, ODI, Londres Tanvi Bhatkal Responsable de investigación, ODI, Londres & Claire Melamed, Directora de Pobreza y Desigualdad, ODI, Londres & Maria Stavropoulou, Responsable de investigación, ODI, Londres & John Wallace, Consultor independiente, Londres

El mundo está atravesando una crisis oculta del cuidado infantil diario que está dejando a millones de niños sin la ayuda necesaria, con las consiguientes consecuencias perjudiciales para su futuro. Esta situación también está afectando gravemente a las madres, abuelas e hijas, sobre todo en los países en vías de desarrollo. En este artículo se exponen las principales conclusiones de un informe del Overseas Development Institute (ODI) publicado recientemente este mismo año con el título Women’s Work: Mothers, children and the global childcare crisis (El trabajo de las mujeres: las madres, los niños y la crisis global del cuidado infantil diario), cuyo objetivo era recopilar las pruebas disponibles sobre la envergadura de la crisis, aportar información sobre cómo la viven las niñas y mujeres en distintos países tanto desarrollados como en vías de desarrollo, y recomendar enfoques nuevos a la hora de definir políticas.

Actualmente en el mundo hay 671 millones de niños menores de 5 años de edad (Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, 2015) y muchos de ellos necesitan algún tipo de cuidado extraparental, pues la tasa de población activa mundial supera el 60% (Banco Mundial, 2015). En los países en vías de desarrollo, como mucho la mitad de los niños de entre 3 y 5 años cursan algún tipo de enseñanza destinada a la primera infancia, por lo general durante unas horas al día. Sabemos muy poco sobre lo que les ocurre a los demás, pero los datos con que contamos parecen indicar una crisis, que se concentra claramente entre los niños más pobres con el acceso más limitado a ayudas para la primera infancia.

El efecto más grave de esta crisis es que, en todo el mundo, al menos 35,5 millones de niños menores de cinco años de edad se quedan solos o con otros niños pequeños, sin ningún adulto que los cuide (según la información de 2014 de la base de datos global de UNICEF, obtenida en encuestas representativas a escala nacional). Los niños de los países más pobres y de las familias con menos recursos económicos son los que tienen más probabilidades de quedarse solos. Esta situación puede perjudicar el bienestar y la salud de los pequeños y constituye un síntoma de las difíciles decisiones que tienen que tomar los padres (sobre todo las madres) para encontrar un equilibrio entre la necesidad de ganar lo suficiente para mantener a la familia y dedicar tiempo al cuidado de los niños.

Cada vez más madres pasan a formar parte de la población activa, tanto por decisión personal como por necesidad, pero de este modo les queda poco tiempo disponible, lo cual tiene un coste para la salud y el bienestar, además de económico. En 66 países analizados, donde viven dos tercios de la población global, el tiempo que dedican las mujeres al cuidado infantil no remunerado es por término medio 3,3 veces más que el que invierten los hombres. En los países en que esta carga de trabajo es gravosa y sumamente desigual, el tiempo destinado a los cuidados no remunerados equivale a 10 semanas adicionales al año o más en la vida de una mujer. Además, aun cuando tienen responsabilidades tanto retribuidas como no remuneradas, las mujeres siguen trabajando muchísimo más: hasta cinco semanas más al año (según los cálculos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2015) y Charmes (2016)). Contamos con datos sobre la cantidad de tiempo dedicado directamente al cuidado infantil diario solo para 37 países, que representan el 20% de la población mundial. Según la información disponible, las mujeres suelen asumir las tres cuartas partes de estas tareas, con tasas que van desde el 63% en Suecia hasta el 93% en Irlanda (Charmes, 2016).

De todas formas, las madres no son las únicas afectadas, pues a veces estas tareas no remuneradas recaen en adolescentes o incluso en niñas más pequeñas. Según datos obtenidos en ciertas zonas rurales de Etiopía, el 52% de las niñas de entre 5 y 8 años cuidan a otros niños (la cuarta parte de ellas, durante tres horas al día como mínimo), mientras que entre los varones rurales de la misma edad la tasa es del 38%. El estudio que hemos llevado a cabo en la Etiopía septentrional ha revelado que la necesidad de cuidados diarios la cubren las adolescentes que emigran a zonas urbanas para ocuparse de tareas domésticas, con frecuencia en condiciones de grave explotación. Además, con el fin de cumplir el ambicioso objetivo del gobierno, que aspira a garantizar la enseñanza infantil para todos los niños, muchas veces la docencia corre a cargo de adolescentes y jóvenes con sueldos bajos y sin la formación necesaria.

Las tareas de cuidado diario también están haciendo mella en la salud y los recursos económicos de los millones de abuelas de todo el mundo que se ocupan de sus nietos de forma exclusiva cuando los padres emigran por motivos de trabajo o se ausentan por otras razones. Por ejemplo, en las grandes ciudades de Vietnam, hasta el 30% de la población son emigrantes, mientras que en numerosas zonas rurales los abuelos constituyen los principales responsables del cuidado de uno o varios nietos. Según revela el estudio que hemos realizado en el área del delta del Mekong, con frecuencia estos cuidadores de edad avanzada sufren pobreza extrema, además de agotamiento y ansiedad, debido a que intentan hacer todo lo posible por sus nietos prácticamente sin ayuda, ni de tipo formal ni extraoficial.

La política está fallando tanto a estas mujeres y niñas como a los menores a su cargo. Se tiende a considerar que la gestión del tiempo constituye un problema solo para las mujeres empleadas en sectores formales, con lo que se presta atención sobre todo a las disposiciones en materia laboral consistentes en proteger la lactancia, proporcionar guarderías y garantizar a los padres el derecho a ausentarse del trabajo. Se trata de aspectos muy importantes, pero no sirven de ayuda para la lucha diaria que afronta la inmensa mayoría de las mujeres de los países en vías de desarrollo que trabajan de modo extraoficial. En la India, por ejemplo, la cantidad de mujeres que disfrutan de baja de maternidad remunerada ni siquiera llega al 1% (Lingam y Kanchi, 2013). Y casi el 30% de las trabajadoras domésticas de todo el mundo se encuentran completamente al margen de las leyes laborales nacionales (Organización Internacional del Trabajo, 2013).

La protección social y la enseñanza destinada a la primera infancia son otras dos importantes áreas políticas que con frecuencia no están a la altura. Los programas de protección social, que proporcionan ingresos mediante aportaciones económicas u oportunidades laborales, no suelen servir para aligerar la carga de trabajo de las mujeres. Es más, a veces incluso suponen un peso más; por ejemplo, cuando las ayudas económicas implican una serie de responsabilidades para las beneficiarias o cuando los programas laborales públicos no reconocen a las mujeres su función de cuidadoras.

La enseñanza destinada a la primera infancia beneficia a los niños pequeños y los cuidadores parecen valorarla positivamente. Sin embargo, los programas actuales suelen centrarse en la preparación escolar de los niños pequeños y, a la hora de organizar los horarios, no se tienen en cuenta las necesidades de los padres (por ejemplo, el cuidado de los niños durante todo el día les permitiría trabajar a jornada completa). Los estudios que hemos realizado en Gaza (Palestina) ponen el foco en otro problema habitual en la enseñanza para la infancia temprana. En el caso práctico que hemos analizado, observamos que los directores de programas, para obtener mayores ganancias, explotan sistemáticamente a las jóvenes cuidadoras, a las que muchas veces pagan menos de la mitad del salario mínimo y se les niega el acceso a las medidas de protección laboral.

Resulta alentador que en ciertos países se estén empezando a superar las dificultades mencionadas. Por ejemplo, en Vietnam se ha implantado toda una gama de políticas laborales de apoyo a los cuidados infantiles diarios, como la baja de maternidad de seis meses a sueldo completo, la baja de paternidad pagada y las horas libres pagadas para la asistencia prenatal y la lactancia. Sudáfrica cuenta con una serie de políticas creativas centradas en los cuidados infantiles: por ejemplo, el subsidio para personas mayores, que reconoce la función desempeñada por muchos abuelos en la crianza de los niños; el subsidio de ayuda a los niños; y un subsidio concebido para satisfacer las necesidades de los cuidadores de menores discapacitados.

Photo: Atul Loke / Overseas Development Institute

Recomendaciones para la elaboración de políticas

  1. Ampliar e implantar políticas laborales relacionadas con los cuidados infantiles para permitir a los padres conciliar mejor el trabajo con el cuidado de los hijos
    Los responsables de las políticas, junto con las organizaciones de desarrollo, deberían tratar de ampliar las políticas laborales de forma que abarquen a todos los trabajadores, incluidos los extraoficiales y los que se dedican a las tareas domésticas. Es evidente que hay que probar combinaciones creativas de enfoques comunitarios y alianzas entre entidades públicas y privadas.
  2. Promover un sistema de protección social multigeneracional e integrado que tenga en cuenta las responsabilidades relativas al cuidado de los niños
    Para abordar mejor la crisis creciente que afecta al cuidado infantil diario, los gobiernos y las organizaciones de desarrollo deberían unir fuerzas para diseñar políticas de protección social que adopten un enfoque más integrado y multigeneracional y que tengan en cuenta que los ingresos constituyen solo una de las numerosas necesidades de las familias. Las familias se deberían considerar como unidades a las que ayudar por diversos frentes: los niños pequeños, sus hermanos mayores, sus padres y, si procede, sus abuelos. 
  3. Promover la universalidad de la atención y la educación de la primera infancia (AEPI), con especial énfasis en las obligaciones de los cuidadores
    Es importante pensar en cómo diseñar los programas de AEPI para satisfacer las necesidades de las madres (y otros cuidadores) y de sus hijos. Así, las horas de actividad de los programas para la primera infancia se deberían coordinar mejor con las del trabajo de las madres (y con el horario escolar de los hermanos mayores). Cuando no haya suficientes recursos financieros para implantar un programa educativo de jornada completa, sugerimos invertir en cuidados de tipo más recreativo antes y después del horario
    escolar.
  4. Proporcionar recursos suficientes para ampliar el alcance de la AEPI, con especial énfasis en el cuidado infantil diario
    Es indiscutible que prestar servicios de calidad a una gran cantidad de niños resulta caro, pues la economía de escala no se aplica al cuidado infantil. Si los subsidios son insuficientes, el personal recibirá un salario inferior a lo que exige el mercado laboral y las instalaciones serán de baja calidad. En consecuencia, recomendamos a los gobiernos tratar de poner en valor de forma progresiva el cuidado infantil pagado. Para ello, deberán estudiar el margen de maniobra presupuestario y tratar de subir paulatinamente los sueldos de quienes prestan los servicios de AEPI, además de asegurarse de que las organizaciones de desarrollo con las que se alíen contribuyan a cumplir este objetivo. 
  5. Involucrar a los hombres en el cuidado infantil
    Debido a la omnipresencia y el arraigo de las diferencias entre los sexos, habrá que actuar de forma explícita si se quiere involucrar a los hombres en las tareas de cuidado infantil. Mediante organizaciones de las comunidades y sesiones educativas impartidas en programas de protección social, centros de salud y escuelas, se debería fomentar la participación activa de los padres en los cuidados infantiles y ayudarlos a tomar conciencia de su papel fundamental en el desarrollo de sus hijos. En las escuelas y en los centros de ocio deberían ponerse en marcha iniciativas pensadas en concreto para los niños varones.
  6. Invertir en datos de mejor calidad
    Tenemos que conocer mejor las condiciones de vida de los millones de niños con padres que trabajan, y saber cómo responden los cuidadores a la doble exigencia de cumplir sus obligaciones laborales y ocuparse de los niños. A la hora de evaluar los programas, es necesario recopilar datos de mejor calidad sobre cómo gestionan el tiempo los participantes, junto con otros aspectos relativos al cuidado infantil diario. También impera la desinformación en el ámbito del trabajo doméstico.

Si queremos mejorar la vida de las mujeres y los niños, es urgente resolver la crisis global que afecta al cuidado infantil. Hay que empezar por la realidad cotidiana en que viven ambos, y diseñar políticas y programas teniendo en cuenta que el tiempo de las mujeres es un recurso valioso que se debe gestionar con cuidado para que se beneficien ellas mismas, sus hijos y las sociedades en su conjunto.


El informe completo Women’s Work: Mothers, children and the global childcare crisis (2016) está disponible en el sitio web del Overseas Development Institute.

Se pueden encontrar referencias en la version en PDF del artículo.

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