Generando apropiación nacional e inversiones a través de la Alianza Mundial para la Educación
La Alianza Mundial para la Educación (GPE) es una plataforma que reúne a distintas partes para, mediante la planificación sectorial, el diálogo político y la financiación, fomentar que los países inviertan en el cuidado y la educación de la primera infancia y asuman responsabilidades en este campo. Desde 2003 ha otorgado subvenciones por un valor total de 4700 millones de dólares en favor de la educación básica en 65 países en desarrollo. Esta cantidad incluye más de 180 millones de dólares para apoyar servicios para la primera infancia a través de subvenciones destinadas a ejecución: según un análisis inicial de 21 subvenciones activas, la mayoría se destinan a mejorar la calidad de los docentes, construir aulas o facilitar material didáctico y fortalecer los sistemas.
El plan estratégico de la GPE para 2016–2020 abarca también la primera infancia. Dos de los indicadores que se supervisan anualmente guardan relación con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4.2: la cantidad de niños menores de 5 años cuyo desarrollo se encuentra bien encauzado en cuanto a la salud, el aprendizaje y el bienestar psicosocial; y el aumento de la matriculación preescolar (GPE, 2016: 11–12). Aunque los datos disponibles solo se refieren a 22 países, recopilados entre 2011 y 2014, revelan que unos dos tercios de los niños de entre 3 y 5 años muestran un buen nivel de desarrollo, pero menos de un tercio tiene acceso a programas de enseñanza preescolar, y la cifra se reduce a menos de un cuarto en los países en situación de fragilidad o conflicto (GPE, 2017).
El particular modelo operativo nacional de la GPE financia planes educativos mediante un proceso dirigido por el gobierno con un mecanismo formal que garantiza la rendición de cuentas con otras partes interesadas. Según un reciente estudio de 47 planes educativos activos, hay margen para elevar el nivel de calidad en lo que se refiere a la primera infancia. Para ello, hay que mejorar el análisis a escala nacional y planificar la forma de ampliar el alcance de los programas eficaces, con una mayor atención a los niños más vulnerables. Si bien casi el 90% de los planes observados facilitan información sobre el acceso y la cobertura, solo la mitad desglosa los datos por ubicación geográfica, sexo o nivel socioeconómico. Menos de un quinto proporciona información sobre las cualificaciones o competencias de los docentes en el ámbito de la primera infancia. Poco menos de la mitad cuentan con un plan de acción plurianual para la primera infancia, y unos dos tercios incluyen proyecciones de costes específicos, pero solo seis analizan la financiación externa pasada y potencial y solo dos tienen identificadas lagunas en la financiación.

Según una encuesta realizada recientemente a 40 países aliados con la GPE, solo la mitad cree firmemente que sus líderes están convencidos de que las inversiones en la primera infancia deben ser una prioridad en el presupuesto destinado a educación y se comprometen a que así sea. Según los dos principales países, el problema está en la financiación y la coordinación entre los distintos ministerios y aliados. La misma encuesta revela un gran interés por aprender de los modelos que usan otros países para la prestación de servicios destinados a la primera infancia (programas domiciliarios, de educación parental y de preparación acelerada para la escuela), así como una fuerte demanda de mejora de la planificación y el análisis de datos.
En 2018 la GPE lanzará dos iniciativas. La primera, la Mejora del Aprendizaje Temprano y el Desarrollo a Mayor Escala (BELDS)1, con su mecanismo de financiación, apoyará proyectos piloto de capacitación que usen los sistemas, instrumentos y modelos que ya han demostrado su eficacia y los integren en ciclos de ejecución de políticas y planificación nacional. La información que aporten estos proyectos piloto servirá para crear un kit de herramientas del que podrán aprender otros países. En segundo lugar, la GPE lanzará el Intercambio de Conocimiento e Innovación, que generará datos útiles para las prácticas y la promoción de políticas.2 Ambas iniciativas generarán conocimientos globales y buenas prácticas a la hora de ampliar el alcance de los servicios para la primera infancia de calidad dentro de los sistemas educativos nacionales, sobre todo en los países en desarrollo.
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